Darwin Wallace Teilhard de Chardin ¿Lovelock?
Manuel Toharía (Director del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe (Valencia))
¿Qué pueden tener en común estas cuatro personalidades de la ciencia?
En el caso
de Darwin y Wallace la aproximación es obvia: en lo temporal y sobre todo en
la curiosa coincidencia de dos grandes observadores de la Naturaleza a la hora
de obtener conclusiones sobre lo que en sus viajes ambos por separado habían
llegado a imaginar acerca de la evolución de las especies.
Teilhard vivió más o
menos medio siglo más tarde; de hecho fue contemporáneo casi calcado de
Einstein. Conoció y admiró a Wallace conoció y estudió la obra de Darwin pero
sobre todo fue un magnífico geólogo en un periodo de plena revolución de esa
ciencia que comenzaba a basar su estudio del pasado en la aun discutida teoría
de la deriva continental de Wegener. La inteligencia de Teilhard y su origen
aristocrático le hicieron abrazar con el mayor entusiasmo todas aquellas
novedades con un intento racional y por eso mismo quizá contradictorio de
adaptarlo a lo que el dogma religioso del cristianismo predicaba.
El mismo
problema tuvieron no hay duda de ello Darwin y Wallace cada uno por su lado.
El rechazo de los religiosos de su época no les arredró pero les llenó de
confusión y pena porque eran profundamente creyentes. Teilhard lo era aun más
ya que se hizo jesuita y a pesar de los muchos obstáculos que hubo de afrontar
siguió siéndolo cada vez más fervorosamente hasta el punto de conseguir con su
tesón que al final de su vida la Iglesia Católica aceptara su interpretación
quizá por comodidad pero sobre todo por no volver a vivir episodios fanáticos
del tipo de Galileo y su eppur si mueve.
Gracias a Teilhard los católicos de
hoy aceptan sin reticencias (¿sin reticencia? ) la idea de la evolución y la
realidad de un Universo con más de 13.000 millones de años de antigüedad en el
que la Tierra apareció hace 4.500 millones de años y la vida nació en los mares
convulsos de aquel primitivo planeta casi mil millones de años después para
evolucionar hasta lo que hoy llamamos Biosfera.
¿Y Lovelock? Es un visionario
sin duda que tras una vida fecunda como médico pero sobre todo como inventor de
artilugios electrónicos que le resultaron sumamente útiles por ejemplo a la
NASA ideó ya en la madurez tardía su famosa teoría Gea según la cual toda la
vida en la Tierra se comportaba como un auténtico ser vivo superior bautizado
con el nombre griego de la diosa de la Tierra. ¿Qué tiene que ver con los
anteriores? Bueno Lovelock se apoya esencialmente en la evolución darviniana
para explicar mediante qué mecanismos esa Gea superviva es capaz de asegurar su
propia existencia al margen de las variaciones de las condiciones ambientales
hostiles a las que se enfrenta desde su aparición. Y seguirá haciéndolo porque
es lo único que sabe hacer. Se parece de manera un poco más romántica e
idealista a las tesis de Dawkins sobre el gen egoísta.
¿Y Teilhard? El jesuita
llegó a sus ideas globales sobre la evolución compatible con el dogma a través
de una especie de Noosfera similar a la Gea de Lovelock pero sustentada no
tanto en lo que evoluciona biológicamente (¿el gen egoísta una vez más?) como en
la evolución de lo más noble del ser humano ese espíritu ligado al alma que
Dios infunde en nosotros al margen de la evolución estrictamente biológica. La
Noosfera de Teilhard y la Gea de Lovelock están pues por encima de las propias
leyes biológicas estrictas Aunque probablemente Lovelock y muchos otros no
piensen que necesitan a Dios para nada en ese esquema. La Noosfera se parece
bastante a la idea de los memes y la memética en contraste con los genes y la
genética.
Quizá falte la relación de todo esto con Einstein. En la alocución de
apertura de un simposio sobre Ciencia y Sintesis en 1966 el director general
de UNESCO decía: Las obras de Einstein y Teilhard constituyen sin duda alguna
cada una a su manera los sistemas de conocimiento más extensos y densos a la
vez que se hayan concebido. Basta con constatar que ningún afán de síntesis
fuera jamás tan ambicioso en el campo de la ciencia. Aquel acto de la UNESCO
tuvo lugar a los once años del fallecimiento de ambos acaecidos con un lapso de
ocho días en abril de 1955.
¡Vaya quinteto de lumbreras! Hoy Darwin y Einstein
son famosísimos Wallace bastante menos Teilhard es casi un desconocido y
Lovelock fue amado y reverenciado por los mismos que ahora le insultan por
defender la energía nuclear.
Sic transit gloria mundi También en el mundo de la
ciencia.
914111328
¿Qué pueden tener en común estas cuatro personalidades de la ciencia?
En el caso
de Darwin y Wallace la aproximación es obvia: en lo temporal y sobre todo en
la curiosa coincidencia de dos grandes observadores de la Naturaleza a la hora
de obtener conclusiones sobre lo que en sus viajes ambos por separado habían
llegado a imaginar acerca de la evolución de las especies.
Teilhard vivió más o
menos medio siglo más tarde; de hecho fue contemporáneo casi calcado de
Einstein. Conoció y admiró a Wallace conoció y estudió la obra de Darwin pero
sobre todo fue un magnífico geólogo en un periodo de plena revolución de esa
ciencia que comenzaba a basar su estudio del pasado en la aun discutida teoría
de la deriva continental de Wegener. La inteligencia de Teilhard y su origen
aristocrático le hicieron abrazar con el mayor entusiasmo todas aquellas
novedades con un intento racional y por eso mismo quizá contradictorio de
adaptarlo a lo que el dogma religioso del cristianismo predicaba.
El mismo
problema tuvieron no hay duda de ello Darwin y Wallace cada uno por su lado.
El rechazo de los religiosos de su época no les arredró pero les llenó de
confusión y pena porque eran profundamente creyentes. Teilhard lo era aun más
ya que se hizo jesuita y a pesar de los muchos obstáculos que hubo de afrontar
siguió siéndolo cada vez más fervorosamente hasta el punto de conseguir con su
tesón que al final de su vida la Iglesia Católica aceptara su interpretación
quizá por comodidad pero sobre todo por no volver a vivir episodios fanáticos
del tipo de Galileo y su eppur si mueve.
Gracias a Teilhard los católicos de
hoy aceptan sin reticencias (¿sin reticencia? ) la idea de la evolución y la
realidad de un Universo con más de 13.000 millones de años de antigüedad en el
que la Tierra apareció hace 4.500 millones de años y la vida nació en los mares
convulsos de aquel primitivo planeta casi mil millones de años después para
evolucionar hasta lo que hoy llamamos Biosfera.
¿Y Lovelock? Es un visionario
sin duda que tras una vida fecunda como médico pero sobre todo como inventor de
artilugios electrónicos que le resultaron sumamente útiles por ejemplo a la
NASA ideó ya en la madurez tardía su famosa teoría Gea según la cual toda la
vida en la Tierra se comportaba como un auténtico ser vivo superior bautizado
con el nombre griego de la diosa de la Tierra. ¿Qué tiene que ver con los
anteriores? Bueno Lovelock se apoya esencialmente en la evolución darviniana
para explicar mediante qué mecanismos esa Gea superviva es capaz de asegurar su
propia existencia al margen de las variaciones de las condiciones ambientales
hostiles a las que se enfrenta desde su aparición. Y seguirá haciéndolo porque
es lo único que sabe hacer. Se parece de manera un poco más romántica e
idealista a las tesis de Dawkins sobre el gen egoísta.
¿Y Teilhard? El jesuita
llegó a sus ideas globales sobre la evolución compatible con el dogma a través
de una especie de Noosfera similar a la Gea de Lovelock pero sustentada no
tanto en lo que evoluciona biológicamente (¿el gen egoísta una vez más?) como en
la evolución de lo más noble del ser humano ese espíritu ligado al alma que
Dios infunde en nosotros al margen de la evolución estrictamente biológica. La
Noosfera de Teilhard y la Gea de Lovelock están pues por encima de las propias
leyes biológicas estrictas Aunque probablemente Lovelock y muchos otros no
piensen que necesitan a Dios para nada en ese esquema. La Noosfera se parece
bastante a la idea de los memes y la memética en contraste con los genes y la
genética.
Quizá falte la relación de todo esto con Einstein. En la alocución de
apertura de un simposio sobre Ciencia y Sintesis en 1966 el director general
de UNESCO decía: Las obras de Einstein y Teilhard constituyen sin duda alguna
cada una a su manera los sistemas de conocimiento más extensos y densos a la
vez que se hayan concebido. Basta con constatar que ningún afán de síntesis
fuera jamás tan ambicioso en el campo de la ciencia. Aquel acto de la UNESCO
tuvo lugar a los once años del fallecimiento de ambos acaecidos con un lapso de
ocho días en abril de 1955.
¡Vaya quinteto de lumbreras! Hoy Darwin y Einstein
son famosísimos Wallace bastante menos Teilhard es casi un desconocido y
Lovelock fue amado y reverenciado por los mismos que ahora le insultan por
defender la energía nuclear.
Sic transit gloria mundi También en el mundo de la
ciencia.
914111328
Fecha
- Martes, 05 Mayo 2009